PRIMERA ENTREGA
Mi desarrollo profesional en Educación a Distancia (EaD) lo obtuve en la Universidad Nacional Abierta (UNA), de Venezuela. En esta Institución, desplegué una comprometida y productiva actividad académica durante 27 años de mi vida, y adquirí formación académica de cuarto y quinto nivel en el referido campo.
Desde mis inicios en la UNA, me remonto al año 1980, la inducción que recibíamos los profesores que ingresábamos a ella enfatizaba la concepción de la EaD como modalidad educativa. De hecho, el primer lema que identificaba a la universidad, por aquel tiempo, rezaba: “una modalidad diferente de educación superior”. Así lo asumí en los múltiples escritos que produje a lo largo de mi carrera académica, como personal activo, y con posterioridad a ella.
Como persona reflexiva y cuestionadora de los enfoques, modelos y conceptos, no pasó mucho tiempo sin que el término modalidad educativa me hiciera ruido, pues observaba que, en diferentes situaciones académicas, una inmensa mayoría de los colegas asumían esa concepción de la EaD, mas no la definían. Esa actitud me hacía recordar lo que los anglosajones sintetizan con la expresión “take it for granted”, para referirse a la práctica de dar por sentado, dar por hecho y hasta confiar en demasía de cierta postura.
Revisando mis apuntes del período 1996-1998 en el que fui Coordinadora de la Carrera de Educación Integral, encontré unas notas que hice para ser discutidas en los círculos de estudio que se realizaban en el marco de los proyectos emprendidos en la Coordinación. En dichas notas, registraba los resultados de la indagación sobre el término modalidad educativa en diferentes diccionarios, y destacaba en aquel entonces que las palabras modalidad y modal siempre apuntan al modo y que, incluso, una de las acepciones de modo era modalidad.
Aún buscando respuestas a mi inquietud, en el año 2005, a propósito de la elaboración del Plan Estratégico de la UNA: Presente y futuro desde un punto de vista colectivo, (Tancredi y otros, pp. 39 y 40) comencé a visualizar la tendencia a una ruptura de las dicotomías utilizadas como una estrategia discursiva para definir a la modalidad a distancia como antípoda de la modalidad presencial, y a favorecer la convergencia de dichas modalidades. Esta tendencia fue denominada en la literatura “hibridización” o "hibridación".
Es importante señalar que, en el año 2002, el Dr. José Padrón publicó un interesantísimo trabajo titulado Hacia un concepto teórico unificado de Educación a Distancia y Educación Presencial, en el que el autor, muy tempranamente, cuestionaba las definiciones de educación a distancia y educación presencial a partir de falsas dicotomías y favorecía una concepción de la EaD y la presencial como los extremos de un mismo continuo.
Pese a eso, las llamadas modalidades se continuaban visualizando como una cuestión de “todo o nada”, cuando en realidad se comportaban como un continuum. Por ésta y otras razones, en el año 2011 publiqué el trabajo Apuntes para resignificar la Educación a Distancia en el que me pronuncié sobre las falsas dicotomías como un modelo en desuso e insuficiente por cuanto simplifica o es reduccionista de la realidad y donde, por cierto, yo continuaba refiriéndome a la EaD como una modalidad.
Con la madurez profesional que dan la formación y la experiencia, durante los últimos tres años he venido estudiando el tema, teorizando, revisando diversas fuentes. Y por cuanto en mi campo disciplinar no encontraba respuestas, decidí unir esfuerzos con investigadores de otros campos, siendo así como encontré respuestas a mis interrogantes.
¿Cómo llegamos a nuestra definición de modalidad educativa?
Para llegar a la definición de modalidad educativa, tomamos la decisión de que la definición debía referirse solamente al modo de educar, o sea, debía responder a la pregunta ¿cómo se ofrece la educación? De esta manera excluimos de la futura definición la posibilidad de responder a otras preguntas como: ¿a quién se educa?, ¿cuándo se educa?, ¿dónde se educa?, ¿en qué situación se educa? y otras interrogantes, por ser de otra naturaleza.
¿Cómo definimos el término modalidad educativa y a la EaD como un posible ejemplo de aquella?
Partiendo de la comprensión de que los posibles modos de educar no solamente forman un continuum, sino que pueden depender de varias variables, decidimos definir las modalidades educativas a través de un tipo especial de funciones que denominamos funciones modales, es decir, tomamos la decisión de que debíamos definir primeramente el concepto de función modal, y luego definir cuáles de las funciones modales podrían llamarse modalidades educativas.
Así pues, definimos a las funciones modales como funciones acotadas de varias variables que caracterizan el modo como se educa, y a las variables que intervienen en las funciones modales las denominamos variables modales. Las variables modales mismas fueron definidas como vectores. El conjunto de variables modales de una función modal fue denominado conjunto modal de una función. Los conjuntos modales son variopintos no solamente a lo interno, sino también en comparación con los conjuntos modales de otras funciones modales.
¿Y cuáles de todas las posibles funciones modales fueron consideradas como modalidades educativas? Pues definimos como modalidades educativas sólo a aquellas funciones modales cuyos conjuntos modales forman una especie de “base” en el “espacio modal”. No entraremos en los detalles relacionados con la base y el espacio mencionados, pues comprendemos que todo esto ya es bastante intrincado para los no versados en temas matemáticos. Sólo agregaremos que las modalidades educativas son, por definición, independientes unas de otras. En la práctica, esto más o menos significa que las variables que definen una modalidad no intervienen en la definición de otra modalidad.
Por cuanto el rango de valores que toman las modalidades educativas así definidas forman un continuum acotado en cuyos extremos se encuentran valores que podrían considerarse como “antípodas”, acordamos que en el nombre de las modalidades educativas se incluirían dichos “antípodas”. Así es que, por ejemplo, decidimos utilizar el nombre Modalidad presencial/no presencial para denominar la modalidad educativa correspondiente (vista siempre como una función modal).
Bajo esta lógica de continuum y funciones, ya no se hablaría de “modalidad presencial” o de “modalidad a distancia”, como se acostumbra, como tampoco se hablaría de “modalidad mixta”, “modalidad semipresencial” o “modalidad híbrida” (términos que hasta la fecha tampoco se han logrado definir con precisión en la literatura especializada en educación). En el sistema de definiciones propuesto, dichas “modalidades” no serían más que regiones dentro del rango de posibles valores que puede tomar la función modal Modalidad presencial/no presencial, valores que a su vez dependen de los valores que puedan tomar sus variables modales.
Para el caso concreto de la Modalidad presencial/no presencial, consideramos que las variables modales de la función son dos, a saber: 1) la sincronía de los agentes educadores y los educandos y 2) la contigüidad de los agentes educadores y los educandos. En nuestro sistema de definiciones, dichas variables modales son consideradas como vectores cuyos componentes son de tipo temporal.
De este modo, respondiendo a la pregunta que encabeza esta entrada y que reza “¿Son la Educación a Distancia y la Educación Presencial modalidades educativas?”, nuestra respuesta es la siguiente:
En nuestro sistema de definiciones, ni la educación a distancia, ni la educación presencial, ni la educación semipresencial, ni ninguna de las variantes de educación “mixtas” o “híbridas” son modalidades educativas. Todas ellas constituyen regiones dentro del rango de valores que puede tomar la función modal Modalidad presencial/no presencial, los cuales dependen de los valores que puedan tomar las variables modales de dicha función.
Debemos destacar que las definiciones que proponemos permiten llegar a un método para resolver el problema de la medición de los porcentajes de presencialidad (o de no presencialidad) a la hora de caracterizar las instituciones, los programas, los currículos, las materias, etcétera. Su implementación en la práctica permitiría en un futuro hacer afirmaciones tales como “mi universidad es 10.12% no presencial” o “la administración del currículo del colegio es 82.67% presencial”.
Por último, debemos señalar que el sistema de definiciones propuesto también permite desentrañar el término "hibridación", del que igualmente mucho se habla, pero no se establece en qué consiste su esencia.
Por último, debemos señalar que el sistema de definiciones propuesto también permite desentrañar el término "hibridación", del que igualmente mucho se habla, pero no se establece en qué consiste su esencia.
Comprendemos claramente que la manera como visualizamos en la actualidad las modalidades educativas es disruptiva y perturba el discurso asumido hasta el presente. Ello problematiza el asunto. Así, en aras de avanzar en el conocimiento, aprovechamos la oportunidad para invitar a la comunidad de educadores interesados en tan complejo tema a la discusión, al debate abierto sin cuadraturas, a la consideración, refutación, aceptación u optimización de nuestras definiciones.
Para culminar, hay algo de lo cual sí tengo total certeza en estas honduras en las cuales navego en los últimos años: “a mí nadie me quitará lo bailao”, como lo expresa una expresión coloquial venezolana.
Hasta una próxima entrega en la que les seguiré compartiendo mis investigaciones y reflexiones en esta compleja e interesante línea de trabajo sostenida durante mucho tiempo.