Queridos
seguidores de aquí de allá y de más allá, como en años anteriores, en este 2015
que está por terminar, he seleccionado un personaje público para enviarles mi afectuoso
saludo de Navidad y Año Nuevo. En esta ocasión se trata de Jorge Mario
Bergoglio, mejor conocido como el Papa Francisco, quien escogió para su
pontificado el nombre de San Francisco de Asís, uno de mis personajes históricos favoritos,
referido por él como «ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es
débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el
santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología,
amado también por muchos que no son cristianos…En él se advierte hasta qué
punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los
pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior».
Me complacen del Papa Francisco su
bien llevado gentilicio argentino, su estilo de vida sencillo y riguroso, su sobriedad en el trato, su risa profusa y franca y por sobre todo su
enorme valentía para encarar tareas pendientes de la iglesia católica como son
la corrupción y la falta de austeridad de sus jerarquías, tan distantes del
auténtico mensaje cristiano, así como los abominables casos de pederastia entre unos cuantos pastores de la iglesia. De su proyecto se ha dicho que es muy sencillo: si se
sigue a Cristo, se comprende que «pisotear la dignidad de una persona es pecado
grave».
Por las
redes sociales circulan oraciones sobre los niños, los jóvenes, los esposos, la familia, cuya
autoría se le atribuye a Francisco, son muy hermosas y a mi criterio muy
“neutras” lo que podría dar poca cuenta de su pensamiento profundo. Me tomé la
libertad de consultar la sección de oraciones del Papa en la página oficial de la Santa Sede y la verdad es que no
encontré ninguna de las que he recibido por las redes sociales. No quisiera pensar
que se trata de alguna estrategia para edulcorar la imagen de un hombre
que ha formulado severas críticas a las lógicas del mercado, depredadoras de la
tierra en la que todos vivimos. En cambio, ubiqué el texto completo de su encíclica
Laudatio si sobre el cuidado de la
casa común en la que plantea cuestiones como estas:
-“Todavía
no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos
para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el
uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia
del aprovechamiento, reutilizar y reciclar”.
-“Es
trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la
degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las
convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin
protección normativa alguna. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante
estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La
falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un
signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes
sobre el cual se funda toda sociedad civil”.
-“Un
problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los
pobres, que provoca muchas muertes todos los días…La diarrea y el cólera, que
se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un
factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil…en algunos lugares
avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía
que se regula por las leyes del mercado”.
-“No suele haber conciencia clara de los problemas
que afectan particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del
planeta, miles de millones de personas…Muchos profesionales, formadores de
opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de
ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas.
Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de
vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial”.
-«Constatamos
que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen
aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer
mundo. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes
pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida,
agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la
agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y
algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener».
-“Cuando
las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia,
acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más
necesita objetos para comprar, poseer y consumir…la obsesión por un estilo de
vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo
podrá provocar violencia y destrucción recíproca”.
Con esta
última cita que tan bellamente nos recuerda el valor de un corazón pleno de “ser”
y no de “tener” me despido de ustedes deseándoles una Feliz Navidad
2015 y un venturoso año 2016!!!